Los Mantones de Manila

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Los Mantones de Manila

RESEÑA HISTÓRICA DEL BORDADO DEL MANTÓN DE MANILA EN CARRIÓN.

Procedente de las islas Filipinas, arribaban al Puerto de Sevilla los galeones que traficaban con las Indias Orientales. En el cargamento de sus bodegas aparecían las sedas y otras labores textiles de lujo que muy pronto fueron apreciadas por el refinado gusto de la nobleza, quizás por la incidencia que en los lazos comerciales con Oriente tendría la pérdida de las Colonias españolas en 1898.

En tiempos contemporáneos el mantón forma parte del vestuario de las mujeres del pueblo y se incorpora paulatinamente, con mayor profusión decorativa, al ajuar de las mujeres de la alta y media burguesía urbana. Actualmente se considera un artículo de lujo que realza la belleza femenina en las numerosas ferias y verbenas de Andalucía, Madrid, Aragón y Valencia, utilizándose tanto como prenda de adorno de los trajes regionales como colgaduras para adornar los balcones durante las épocas de las fiestas tradicionales.

Habiéndose convertido en una prenda artesana de gran popularidad y prestigio, en los años veinte, algunos industriales de Sevilla deciden sustituir las importaciones, fabricando in situ los mantones, lo que hace que sea necesaria la búsqueda de mano de obra femenina de muchos pueblos sevillanos, principalmente del cercano Aljarafe, tales como Carrión de los Céspedes, Pilas, Aznalcázar, Villamanrique, Huévar y Castilleja del Campo, junto a algunos pueblos de las estribaciones de la Sierra, como Aznalcóllar, Villaverde, Villanueva del Río y Minas, y otros, como Hinojos, que, aunque actualmente pertenece a Huelva, guarda relaciones históricas, culturales y geográficas con la provincia de Sevilla, al igual que Carrión con la provincia de Huelva.

Los primeros “talleres” surgieron en los años treinta, en domicilios de mujeres pertenecientes a la pequeña burguesía agraria, quienes conocían las técnicas del “bordado en blanco” con que se adornaban las prendas de los ajuares femeninos y quienes abandonarían dicha actividad para dedicarse a la confección de mantones (muchas de las bordadoras actuales comentan que ya se bordaba a finales del siglo XIX). En los talleres, las “maestras” reunían a un cierto número de bordadoras a sueldo, y de jovencísimas aprendices, que ensayaban sus primeras puntadas en los mantoncitos pequeños “de tambor”. En estos talleres sólo trabajaban niñas y jóvenes solteras, ya que el matrimonio suponía otras responsabilidades y, de seguir bordando, la bordadora casada lo hacía en su propio hogar.